jueves, 2 de junio de 2011

Esperando una visita.

               Sólo huellas en el camino, seguirlas no era difícil pero al poco un suave viento racheado, las fue borrando con delicadeza.
            Fui siempre un ser solitario y verme en situaciones complicadas como la que me encontraba ahora suponían para mi auténticos desafíos, que hacían que mi vida adquiriera un cierto sentido. He vivido así muchos años, pero se que no podré hacerlo muchos más porque estoy enfermo.
               Ningún médico me lo ha dicho, es verdad, pero lo sé. Me lo cuenta mi cuerpo todos los días. Así que mientras camino buscando la ruta perdida, intento también encontrar la de mi mente, esa la extravié hace más tiempo y será más difícil encontrar el trayecto de vuelta.
                          Sé que en alguna parte de éste mundo, tengo una hija, también sé que la quiero encontrar, lo que no sé, es porqué ni para qué, creo que es algo que debo hacer, simplemente eso, le hago caso a mi intuición.
                                   Así que ahora me encuentro en una ciudad desconocida, buscando a una hija que también desconozco. La ciudad está siendo el peor de los desafíos con los que me he tenido que enfrentar en los últimos años, no se como moverme en ella. Es una gran capital de un sitio cualquiera, se respira mal, no te puedes parar porque te empujan, cruzar las calles es un laberinto y para poder moverte de un lugar a otro, prefiero hacerlo caminando, porque entender metros y autobuses me cuesta.  Al fin di con la casa de la persona en donde me voy a quedar, un amigo de un amigo. Vive en las afueras, por eso tardé hasta la noche en llegar a su casa. Amable y generoso, partimos al día siguiente en busca de la zona en donde vivía mi hija. Ahí, si fuimos en metro.
                                      Llegamos al lugar sin demasiado problema, me señaló el sitio y se fue. En este momento me encuentro mirando un edificio en el que se supone que vive mi hija. Llevo casi una hora aquí, pero es que realmente no se que hacer, ni como dirigirme a ella, ni siquiera se su nombre, su madre se llamaba Lucía y pienso si le habrá puesto el mismo nombre que ella.  La casa se ve bonita, limpia, se nota que es luminosa, ya que tiene unas hermosas ventanas, el sitio es tranquilo y agradable, no se oyen ruidos de coches ni personas.
                               Y si mi hija no quiere verme? y si no sabe que tiene un padre?. Tales pensamientos me inundaban como remolinos, me hacían temblar como un adolescente ante su primer amor. Yo, que me enfrenté en un pasado a las peores situaciones, que mis circunstancias fueron para volver loco a cualquiera y que de todas salí impune, ahora me veía ante la más dolorosa de todas.
                              Me llené de valor y por fin me decidí, toqué suavemente y esperé. Una mujer joven, mis mismos ojos azules e igual tono de cabello, me abrió la puerta. Me miró de arriba a abajo, evaluándome, pareció que se daba cuenta de quien era al ver las lágrimas cayendo por mis mejillas.
                                     Sólo una frase, llevaba tiempo esperando tu visita, fue lo que dijo.

                                       
                                   
                                                                                                             

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