Cállate, me dijo, me quedé sin voz y no supe que responderle. Cuando se lo conté días después a mi hermano, me comentó, pues para lo rápida que tu sueles ser, no lo entiendo. Ya ves, le dije.
Es cierto que hay momentos en la vida, en que nos quedamos totalmente en blanco, no sabemos como reaccionar a situaciones que nos desbordan. Y aquella, era una de ellas. Mi mejor amiga, con mi mejor amigo, nunca lo podría entender por más que viviera mil años. Tampoco lo entendía mi cuñado Luis, con el que hablaba en aquel momento y que teníamos una buena amistad. Porque Clara, que era una de mis mejores amigas, con la que había compartido años de mi vida, ahora ella compartía a mi marido, eso era inentendible, al menos para mí.
Pero no parecía que ellos pensaran de la misma manera, así que un día esperé en la universidad al hijo mayor de Jorge, el amante de mi amiga. Fui mala hasta la médula, le dí donde más le dolía, en su propio hijo. Pero me lo conquisté de tal forma, que estuve con él casi dos meses, hasta que su padre pudo por fin, arrebatármelo de mis brazos.