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jueves, 2 de agosto de 2012

Carlos y yo.

                                                 Vivo con él hace un mes. Estamos profundamente enamorados.
                                  Le dedico todas las horas del día y pensar que está ahí me causa placer. Carlos es dulce y alegre.
                            Es cierto que es un tanto obstinado y caprichoso, voluntarioso y exigente, demanda demasiado de mí, pero como lo quiero tanto, le perdono todo. Ayer llegué a la oficina con la cara llena de arañazos... no era la primera vez, todos me miraron y algunos más atrevidos, me dijeron algo...

                                Para tranquilizarlos  les dije: — vaaale, esta tarde cuando lleve a Carlos al pediatra, le diré que le corte las uñas.

lunes, 18 de junio de 2012

Alzheimer...

                                          Sólo se oía el hervor de la lluvia en los cristales. Cerró los ojos de nuevo e intentó recordar el sonido de la tetera cuando su madre preparaba el te por las mañanas, era parecido y se relajó unos minutos con el pensamiento. Le pasaba a menudo, se tranquilizaba con  la comparación de sonidos pero después, al volver a la realidad, sentía con fuerzas las ausencias. 
                                 Con frecuencia por las noches escuchaba los ruidos de la vieja casa de madera, crujían las tablas del piso y los roperos de cedro protestaban, incluso percibía las familiares pisadas de su madre y una vez incluso se vio caminando por la casa, llegó a oír los ruidos de sus hermanos pequeños llorando y los gritos de protesta su padre. Cuando despertó, se sintió reconfortado.
                                         
                                        Jaime estiró la mano y alcanzó su bastón, se levantó con esfuerzo y estiró piernas y brazos con movimientos lentos, una vez que alcanzó la mesa de madera, se sentó en una silla y como hacía a diario, repasó los álbumes una vez más. 
                                          Sabía  que dentro de poco nada de eso sería suyo, que el Alzheimer se llevaría sus recuerdos y emociones a sitios tan profundos en donde él... no tendría acceso nunca más. 










martes, 29 de noviembre de 2011

La tortura.

                                          Se enjugó los ojos con un pañuelo de papel. El rimmel y el khol negro, formaban un fascinante medio arco bajo sus párpados inferiores, aquella negrura lo tenía hipnotizado.
                                       La mujer seguía hablando mientras él no podía dejar de mirarla, había dejado de llorar y le contaba algo relativo a sus increíbles quince años de matrimonio, no era nada que no hubiera escuchado otras veces, ni siquiera le estaba prestando mucha atención, pero en ese momento ella lo miró de frente y le preguntó si le estaba haciendo caso. 
                                   Se excusó como pudo mientras pensaba en que dentro de unos minutos, sólo unos minutos más, y sería libre.
                                 Libre para estar con ella. La mujer de sus sueños, la que apareció en su vida cuando más la necesitaba.  Pero según pasaba el tiempo, ella le exigía cada vez más. Quería compartir con él casi todo, y muy a su pesar había escogido éste día para sincerarse, para darle  explicaciones y esperar que lo entendiera.
                                      No quería pensar en una separación o abandono por su parte, siempre habría un arreglo, algo que pudiera ser satisfactorio para ambos.
                                       La paciente se estaba poniendo en pie mientras se despedía, le dio nueva cita y la acompañó a la puerta mientras respiraba aliviado. Con rapidez llamó a su amante, escuchar su voz ya lo transportaba a otros mundos, tenía un tono tan íntimo e intenso, que lo hacía sentirse por momentos,  su más fiel esclavo. Conocerla fue lo más apasionante que había vivido, sentirla tan cerca lo hacía todo cómodo y ligero. Los problemas no existían a su lado.
                                       
                                      Se vieron en el mismo sitio de siempre, en las afueras un pequeño y acogedor restaurante. Llegó  envuelta en un halo de sensualidad y erotismo. No lo hacía consciente,  emanaba de su ser, era lo que hacía que los hombres la miraran al pasar, sin siquiera darse cuenta.
                                    Y como le sucedía cada vez que la veía, sintió las mismas palpitaciones de su corazón y el mismo tartamudeo al hablar. Pasaron varias horas mientras él era sincero con ella, lo que nunca le había dicho lo habló en ese momento esperando su comprensión.
                              Pero las excusas no fueron suficientes, su amante no supo entender las explicaciones tardías. No quiso oír sus argumentos sinsentido y tampoco sus súplicas, se marchó y lo dejó solo con sus ruegos.
                                        Querer la muerte no fue sencillo, rogó con fuerza que lo llevara consigo, pero ésta denegó su petición, lo mantuvo cerca del mundo y lejos de ella. Lo mantuvo con vida para poder torturarlo por su malhacer.