jueves, 20 de enero de 2011

VECINOS EXTRAÑOS.

                   Las nubes en el cielo, formaban caprichosas formas y ella las miraba a través de sus grandes gafas de color violeta. También tumbado en el césped de su jardín, su vecino miraba, no tanto las nubes si no a ella, pues había descubierto un pequeño agujero en la piedra del muro y simplemente tumbándose cerca, la veía. Tenían chalets adosados, el de Emilio era heredado de sus padres, el de Amelia, alquilado hacía escasamente dos semanas. No se vinieron a conocer hasta una semana después en el supermercado, en que él se presentó y quedaron para cenar en su casa. Los dos eran jóvenes y podían tener cosas en común, al menos eso fue lo que pensó Amelia.
                     La cena fue divertida y exitosa, lo pasaron bien y quedaron para verse otro día. Lo que Amelia no sabía es que su vecino, la veía a diario, la observaba y se regodeaba con sus movimientos, le gustaba cuando ella, pensando que se encontraba en la soledad de su jardín, se quitaba el sujetador y tomaba el sol en topless, la miraba constantemente, a todas horas del día, cuando salía a tomar el café después del almuerzo, ahí estaba él y en las noches en que se le apetecía un cigarro y daba un pequeño paseo, no se daba cuenta que era observada por aquellos ojos que no la dejaban en paz.
                        Pero empezó poco a poco a darse cuenta de que algo no estaba como debiera, cuando una amiga se equivocó de casa y entró en la de él. Lo cogió in fraganti. Al contárselo, cortó la amistad con el vecino, tapió el muro puso una denuncia, una semana más tarde, él se mudó.

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