lunes, 16 de mayo de 2011

El paso de los años.


             El calendario avanzaba inexorablemente, el paso del tiempo no se iba a detener porque yo lo deseara y algunos días lo deseaba con tanta intensidad, que casi parecía que me haría caso. A diario me miraba en el espejo que con el tiempo se había convertido en mi peor enemigo, notaba los años como pasaban por mi rostro y cuerpo, la juventud ya no formaba parte de mi vida, eran sólo recuerdos. Aceptar eso me estaba resultando tan duro que en ocasiones hubiera preferido no vivirlo.
                 Desde hace mucho hice lo imposible por detener los años, pero ellos aparecían por otros lados, pasé varias veces por quirófanos y sesiones de no se qué cuantas cosas que me prometían lozanía y algo de una alegría perdida. Pero pronto me di cuenta de que lo estropeado y marchito, se puede ir remendando, pero jamás volverá a ser como antes. No quería ser como esas mujeres que se ven por ahí, que parecen muñecas viejas. 
                    Entonces fue cuando me enfermé. Estuve un año con un fuerte tratamiento y salí a flote de todo ello y cuando una vez recuperada retomé mi vida, muchas de mis anteriores formas de verla, habían cambiado, el encontrarme tan cerca de la muerte hizo que le diera valor a las cosas que realmente la tenían.  Ya no me parecía tan importante el hecho de tener unos kilos de más, pero si el ir a comer los fines de semana a casa de mi hija, ver a mis nietos y jugar con ellos. Ya no pasé más por quirófano para cosas innecesarias, pero si me dediqué a pasear por la playa por las mañanas temprano, me gustaba sentir el agua fría en los pies y oler el salitre que traía el mar. 
                  Seguí cuidándome, eso si, pero también cuidé a los demás, que tuve muy abandonados durante años, pensando en mi misma, todo esto me a hecho sentirme mejor, he evolucionado como mujer, también como persona.



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