jueves, 9 de junio de 2011

Una extraña en mi cama.


                               Cuando me dirigí hacia el lugar que me dijeron, no vi nada parecido a una casa abandonada. Me habían dicho que se encontraba por ese lado, deseaba comprar algo para pasar mis vacaciones y si me gustaba, ésa sería la elegida, pues la zona era tranquila y lo de tener cerca un lago y un bosque, me entusiasmaba. Al dar una vuelta en el siguiente recodo, la vi. Era realmente fantástica, se veía en buen estado, una enredadera la cubría casi en su totalidad, mucho verde y florecillas de color naranja, formaban parte de su fachada. Realmente, no parecía estar abandonada, la impresión que daba era de cuidada. 
                                    Me acerqué con la pequeña llave que me habían dado, la puerta se abrió en seguida y busqué un punto de luz a ciegas. La iluminación de la entrada fue espectacular, una inmensa escalera, un inmenso salón e igual de inmensa era la cocina que se veía desde la entrada. No entendí el porqué me la ofertaron a tan bajo precio. El coste era mucho más elevado. En fin, pensé allá ellos. Y la compré. Un mes después me trasladé, comenzaban mis vacaciones y quería disfrutarlas al máximo. 
                                    La primera noche que pasé en la nueva casa, fue genial, sin ruidos ni nadie que me molestara, pensé que había descubierto un oasis. La segunda noche fue más complicada, sentía pasos y en un momento determinado, me desperté con la incómoda sensación de que había alguien mirándome. Pero aunque paseé por todas las habitaciones buscando al extraño, no encontré a nadie. Pesadillas, me dije y volví a dormirme.
                                Pero la semana siguiente fue exactamente igual, los sueños raros no me abandonaron, pasaba parte de la noche de vigía en mi propia casa. Así que al día siguiente decidí marcharme, necesitaba descansar, las noches en vela me tenían hecho polvo.
                                  
Y me acosté pensando que esa sería la última noche, ya se lo había comunicado por teléfono a algunos amigos, que me estaban esperando. A las tres ó cuatro de la madrugada, oí un golpe en mi cama, no me llegué a despertar, pero si estuve un rato moviéndome intranquilo. Por la mañana, la sentí junto a mí. Me levanté con rapidez y me quedé mirando a la mujer que compartía mi cama. Desconocida y joven, de pelo oscuro que yacía desparramado en la almohada, dormía relajada. 
                           No supe que pensar ni siquiera que decir, me senté en un sillón del dormitorio a observarla. Quien era la extraña, de donde venía, que hacía allí, fueron pensamientos que pasaban por mi mente, mientras intentaba poner aquella situación en orden. Entonces, se despertó.
                             Me miró y sonrío con descaro.Medio dormida aún, musito una frase, la casa viene conmigo, y siguió con su sueño. La desperté cinco minutos más tarde, exigiendo explicaciones.
                            María vivió de niña en la casa, acudía a diario a limpiar y comprobar que todo estaba en orden, pero de ahí a meterse en mi cama, iba un trecho. Así se lo dije y pareció que lo entendía. A la mañana siguiente me desperté con ella a mi lado.
                          Le hablé de nuevo con más enfado que el día anterior y de nuevo pareció entenderlo. Pero....sí, de nuevo un día después, la misma historia.
                                 Cuando me vine a dar cuenta, me estaba acostumbrando a su presencia, a mis amigos los llamé y les dije que me quedaba un tiempo más. Se pasaba el día ordenando y limpiando, comíamos juntos, no molestaba, pero yo la veía como un poco loca, nadie era capaz de hacer lo que ella. Por las tardes se marchaba a su casa, pero regresaba antes del anochecer. Me sentía tan a gusto con María que empecé a preocuparme. La insólita situación, me estaba llevando a la locura. Pero ella se encargó de sacarme de ese apuro. Por la tarde, mientras tomábamos un café, me comentó que no quería verme tan angustiado, que se iba a marchar.
                                      Convertí a María en mi mujer unos meses más tarde, tenía claro que deseaba pasar con ella el resto de mis días.


                                     


                                   





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