lunes, 24 de enero de 2011

LA LUNA SONRIENTE.

                       En la oscuridad, el trozo de luna parecía sonreirme amigablemente, yo también lo hice cuando pensé que debía conocerme de todos mis paseos diarios. Seguí caminando por el sendero conocido ,a la misma hora, todos los días, después de la cena lo que más me gustaba era el clásico paseo. Varios metros más adelante, empecé a preocuparme, pues unos pasos tras de mí me parecía un poco raro a aquella hora de la noche. 
                               Como había una bifurcación relativamente cerca, no me preocupé demasiado, pues pensé que el desconocido tomaría a la derecha o a la izquierda, mientras que yo iba directamente por la carretera del centro. Pero no, los pasos siguieron tras de mí, lo que hizo que como tengo buena forma física, en el primer recodo del camino, me subiera al árbol más alto que encontré. Lo vi pasar despistado, buscándome con la mirada, cerca del árbol en donde estaba, se paró durante unos segundos y miró a un lado y a otro, después siguió caminando.  
                             Bajé del árbol según pasó, me fui directamente en sentido contrario, deseando llegar a mi casa, el alma en vilo, pues no me había pasado nunca el que nadie me siguiera. Al llegar, mi marido no estaba, me extraño que hubiera salido, pues a aquellas horas, no solía hacerlo, al poco entró en casa, preocupado porque me había perdido la pista. Salió tras de mí para alcanzarme el paraguas, le pareció que empezaba a llover.

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