miércoles, 19 de enero de 2011

SENSACIONES.

                       Pasear diariamente, se había convertido en una rutina, por lo que no suponía ningún tipo de inconveniente en mi vida. Me levantaba temprano y bajaba a la playa, en donde caminaba durante al menos durante una hora, luego, mi baño habitual y vuelta a casa. Pero aquel día de mediados de Febrero, a pesar de haber un clima soleado y aparente para el baño, algo me dijo que no estuviera mucho rato y eso fue lo que hice. Subí pronto a casa, preocupado por ese tipo de sensación que estaba teniendo. No era la primera vez que me pasaba, con frecuencia, tenía esas percepciones que no sabía bien de donde venían, pero que estaban ahí. Vivía en una pequeña isla, en la que yo era practicamente el único habitante, la gente del lugar, vivía lejos, la montaña era su lugar de origen. 
                          Así que ese día, haciendo caso a los indígenas, me traslade con ellos a su zona. Su sorpresa fue grande, pues no imaginaron verme llegar. Dos días después, una hola inmensa, barrió la costa, no fue un sunnami, pero casi, mi sensibilidad para este tipo de cosas, me mantuvo alerta y el hecho de que la gente del lugar supiera que vivir en lo alto era lo mejor, también.

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