lunes, 27 de septiembre de 2010

LA STRIPPER

    Con sumo cuidado, pasó la brocha por la cara, previo a esto, había tocado los ojos con khol negro y  sombra de color celeste claro, como sus ojos. El brillo de labios, suave y brillante, de un ligero tono rosado, formo parte del conjunto. Quedó perfecta, no necesitaba mas, era joven y con poco iba, se embutió en unos vaqueros y una camiseta blanca completó el conjunto. Iba a comprar ropa, por eso unas sandalias bajas fueron imprescindibles, cuando salió a la calle, se agradeció  la idea, porque el fuerte calor del día, casi la hace cambiar de opinión y volver al frescor de su casa.  Se dirigió a tiendas donde ya la conocían y que la llamaban cuando venía ropa que utilizaba para su trabajo, no era fácil encontrar lo que buscaba, en algunos sitios por muy vulgar y chabacana, en otros por demasiado recatada. Así que sólo había unas tres o cuatro tiendas en su ciudad, a donde se dirigía ahora con total confianza. Pasadas las dos de la tarde y ya muerta de hambre, decidió parar a comer y los tres pares de zapatos que le hacían falta los compraría después. Tomó una pizza vegetal en alguna parte y retomó el paseo, la compra fue rápida y efectiva, ya que iba directamente a las zapaterías conocidas. De vuelta a casa, el cansancio pudo con ella, casi se quedó medio dormida en el taxi. Se dio una ducha y con una camiseta limpia y ligero pantalón de pijama, se dispuso a leer un rato, agradecida de no tener que trabajar esa noche. 
                           Ella trabajaba de stripper, hizo cinco años de baile moderno, pero se aburrió y empezó a trabajar en una discoteca para ganarse un dinero un verano, le ofrecieron de go-go, aceptó, una cosa llevó a la otra, un cliente que tenía una sala de mas categoría la contrató y desde hacía dos años, trabajaba ahí. Los días que ella iba, aumentaba la clientela considerablemente, había que verla bailar, pues no era sólo la perfección de su cuerpo ni su sensualidad lo que atraía, tenía un algo, cuya palabra aún no se ha inventado, según le decía un amigo, de lo que carecían las otras chicas.
                     No era la gracia de sus movimientos, ni la perfecta sincronía de sus pasos, no se trataba tampoco de la forma en que sonreía y acercaba sus labios a los hombres que la miraban sin atreverse siquiera a respirar, si en ese momento la seriedad se apoderaba de su rostro el mundo se paraba, viendo en ella el colmo del deseo insatisfecho y la insinuación consentida. Actuaba con tal seguridad, que los hacía sentir y creer lo que ella quería que sintieran y  creyeran. 
                  Y, noche tras noche, ella seguía allí, haciendo soñar a quien quisiera, sus insinuantes movimientos, transportando al que la viera, a mundos desconocidos, que en su vida diaria no se podrían ni imaginar. Era el colmo de los sueños, los apetitos, de la avaricia, los caprichos y la codicia, todos los calificativos eran pocos para ella. Era, simplemente, el ansia y la ambición de cualquiera, era,como ella decía, simplemente, una stripper.

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