Primera versión :
Las llamadas sonaban siempre a la misma hora, me encontraba en mi primer sueño cuando el desalmado me despertaba. Sólo un suspiro al otro lado dejaba entrever que estaba ahí.
Después de varios meses de angustia acudí a la policía, me dijeron que hiciera una lista de las personas que habían entrado por último en mi vida o las poco conocidas, que la revisara y si encontraba algo que me pusiera en contacto con ellos de nuevo.
Pero no encontré nada que me llamara la atención, la lista resultó corta, pues después de anotar al panadero y al chico de la compra, me fue difícil encontrar a alguien que hubiera entrado en mi vida recientemente, tanto mi marido como yo llevábamos una vida de lo más insulsa, trabajo, casa y casa y trabajo.
Me sentía vulnerable, incluso por la calle pensaba que me podían estar siguiendo. La situación se volvió irracional cuando me enteré, con ayuda de la policía, que el acosador vivía bajo mi propio techo.
Segunda versión :
La sentía lejana a mí y con frecuencia recordaba el inicio de nuestra relación, en que ambos íbamos juntos a todas partes, nos comíamos el mundo con nuestras ilusiones y proyectos. Pero esa etapa de nuestras vidas acabó en cuanto a ella le propusieron un alto cargo en la empresa. La dedicación al trabajo le ocupaba las veinticuatros hora del día, yo pasé a ocupar un segundo lugar.
De ahí a tener habitaciones separadas hubo un paso, el pretexto fue que también era su despacho y que no descansaba bien con mis ronquidos.
A veces pasaba días sin verla, la echaba de menos, necesitaba el cariño perdido.
Llevo tres meses de angustia que cede un poco cuando la llamo, es el único momento del día en que se dedica...sólo a mí.
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