Vivía practicamente en la calle, hacía lo que podía para ganar un dinero que le permitiera comer día a día. Aveces vendía pañuelos en los semáforos otras, los días de calor, botellas de agua y limpiaba los parabrisas...
Cuando conoció a Pamela, un caluroso y cálido otoño, cuando la caída de las hojas con su cras, cras, característico al pisarlas, le parecía festivo y placentero, la plaza donde solía parar, estaba alfombrada de hojas secas, ese día con los característicos tonos luminosos del otoño, era para no olvidar.
Pamela, como él, salió joven de su ciudad buscando realmente no sé qué, pues pasados los años se dio cuenta de que conocer, conoció muchos sitios, pero lo que quería encontrar, no lo había encontrado. Daba igual, cada uno tiene que aprender de sus propias experiencias, ellos lo sentían de esa forma, yo que lo escribo lo creo también.
Nuestro protagonista aprendió con su nueva amiga el malabarismo, para lo que tenía un don innato sin saberlo y fue en un futuro, su medio de vida. Ella había estudiado arte e interpretación, teatro, cursos diversos sobre lo mismo, estaba preparada, le enseñó a Jesús todo lo que sabía y encontró un alumno aventajado y pronto a aprender.
Fueron progresaron de tal manera, que al año, los contrató una sala de actuaciones musicales y de otros tipos. El éxito tremendo y fue también en ese instante cuando comenzaron los problemas.
Tiempo después, la convivencia entre ambos se hizo insoportable, no estaban acostumbrados a ese tipo de vida, se conocieron viviendo al día, ahora manejaban dinero lo que suponía dificultades para ambos. Así que una tarde, en que caía la nieve y el cercano lago estaba helado, Jesús invitó a Alicia a patinar como hacían antes, entonces de común acuerdo y con sólo mirarse, recogieron cuatro cosas y sin decir adiós, marcharon a la vida en donde un caluroso día de otoño, se habían conocido.
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