jueves, 31 de marzo de 2011

La sicario.


                         Hice la maleta con rapidez, sabía que estaba al llegar y no quería verlo. Se acabó, pensé mientras terminaba de recoger, mi vida va a cambiar a partir de hoy.
                La carretera larga y sinuosa, se adentraba en la zona boscosa que conocía tan bien. Dejé atrás el paraje seco y árido, ante mis ojos, los árboles y el verde del lugar. Una curva más y me sentiría segura. Él no sabía a que sitio me dirigía y poner tierra por medio era la mejor solución. Se me hacía insoportable el simple hecho de escuchar su voz.
                  La cabaña, como siempre, en medio del magnífico jardín de la entrada, pareció darme la bienvenida, la ocultaban los numerosos árboles que habían crecido a su alrededor. Respiré profundamente, sintiendo el alivio de la seguridad. Las otras casas que la rodeaban, se encontraban vacías, en algunas se notaba el paso del tiempo y la falta de cuidados, los antiguos inquilinos hacía años que se habían marchado a vivir a la ciudad.
                      Me instalé comodamente  y me serví una cerveza, empezar a ser yo misma, era lo único a lo que aspiraba ahora. Paseé durante casi una hora por los alrededores del pueblito, la sensación de ausencia y alejamiento de todo, sobrecogía, pero era lo que necesitaba. Regresaba a la casa casi anocheciendo, cuando entonces, la ví.
                      Salía de una de las casuchas más alejada, una mochila en la espalda y un vaquero ceñido fue en lo que me fijé, pues me oculté con rapidez tras una tapia. Pero ella se movía con comodidad, me asomé despacio y la vi marcharse. Al principio sentí miedo pero según la observé en su caminata, no me pareció que fuera un problema, pensé que estaría tan sólo pasando unos días de tranquilidad.
                        Intimé en seguida con su manera de ser, me presenté al día siguiente y todas las mañanas nos sentábamos a charlar un rato. Me contó una pequeña parte de su vida, pues se la notaba reservada y discreta, no me preguntó y yo a ella, tampoco.
                            Y pasaron casi dos semanas, mi nueva amiga se levantaba temprano para atender el huerto, estaba bien surtida y pensé que podría estar allí durante años. Un día, le confesé el porqué de mi aislamiento, le hablé del hombre que me tenía amenazada y del que había huido, ella, tan sólo me dijo, que allí estaba a salvo.
                            Pero él, me encontró, nunca supe como averiguó mi paradero, lo cierto es que recibí su mensaje en donde me decía que ese fin de semana iba a verme, de paso me pedía perdón por todo el mal que me había hecho y como otras veces, aseguraba que había cambiado. Se lo conté entre lágrimas a Claudia e ideó un plan. Tan sencillo que me mandó al cercano pueblo, me dijo que ella se encargaba de todo. Pensé que lo iba a intimidar de alguna manera, a decirle que yo no vivía allí, que me había marchado hacía días. Así que seguí su consejo y el día previsto, salí temprano.
                            Esperé su llamada, me había asegurado que me lo haría cuando él se fuera. Pasó la tarde y asustada, fui con un policía de la zona hasta la cabaña, le conté por encima lo que había pasado y me reservé los detalles escabrosos. Pero ni Claudia ni mi marido, daban señales de vida, silencio y absoluta paz en el lugar. Ya en la comisaría, mientras esperaba la cansada burocracia, me fijé en los carteles pegados en una pared, en donde se buscan delincuentes.
                               Allí estaba ella, en primer plano, debajo, la frase atroz, se busca. Una sicario, una prófuga de la justicia, era la que había hecho, por mí...justicia.
                              
                

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.