jueves, 23 de septiembre de 2010

EL BOLETO

           Ensimismada, sacó el boleto que llevaba en el bolso hacía varias semanas y se lo entregó al empleado, eran las seis de la tarde de una oscura tarde de invierno, el anochecer avisaba su llegada, las luces de las farolas ya se habían encendido y una fina llovizna molestaba a los transeúntes. Bostezó sin ruido a la espera del resultado, con el aburrimiento típico del cansancio del final del día. El dependiente se acercó con cautela, lo que la sorprendió, e hizo que retrocediera un paso atrás y musitó quedo, su boleto es ganador.
             Salió del estanco sin saber muy bien a donde dirigirse, sólo sabía que tenía que ingresar el billete, al día siguiente, en el banco. Caminó un rato sin rumbo fijo, mil vueltas le daba la cabeza, mil pensamientos cruzaban su mente. Sin saber como, llegó a casa de su mejor amiga y se sorprendió contándole las últimas incidencias, la pregunta de rigor y tu marido lo sabe, estaba entre ellas. Este era el gran problema, un hombre agresivo, sin llegar al maltrato, pero cuya forma de tratar al resto de las personas, era de tanta violencia que asustaba. Narcisista hasta la médula y siempre malhumorado con los que vivían bajo su mismo techo.
               Trazaron un plan, tenía que ser así, ella no tenía hijos, ni ningún tipo de carga familiar que la atara al lugar donde vivía. Ahora, con tanto dinero para disponer, podría marcharse, cambiar de ciudad y hasta de país. Y, sin pensarlo demasiado, actuó. En menos de una semana, cuando ya pudo disponer del dinero, sin decirle nada a su marido y sin hacer maleta ni equipaje, cogió un avión para un país que siempre había querido visitar, dedicó años a viajar, siempre le gustó, pero el nunca la dejó.
                 Después de mucho tiempo, disfrutando de su dinero y compartiéndolo con otros en forma de obras caritativas, pensó que está claro que el dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla.

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