lunes, 22 de agosto de 2011

Tuve que salir del convento.

                             Justo hoy, hace trece años. Trece estúpidos años en los que estuve malgastando mi vida. Pero gracias a dios, eso pertenece al recuerdo. Ingresé en un convento siendo muy joven, mi amor por Él  era tan absolutamente intenso, que nunca pensé que pudiera hacer otra cosa en el  futuro. Cuando llevaba tres años en la comunidad, lo conocí.
                             El viejo jardinero murió y enviaron otro, Samuel. Era más o menos de mi edad y aunque no era guapo, tenía algo que gustaba, no se si era la franqueza de su sonrisa ó una voz tan sensual y tierna como él. ¿ Quien no se iba a sentir atraída por un ser semejante ? Era inevitable.
                                   Al principio, procuré resistirme, pero según fue pasando el tiempo, me dí cuenta de que sería imposible. Así que me abandone al sentimiento con dolor por mi parte. Lo que no sabía era que él también sentía algo por mí. Saberlo era imposible, estaba claro que él no iba a dejar entrever nada.
                                   Yo, por mi parte tomé la decisión de marcharme, aún no había tomado los hábitos y sin siquiera despedirme, me marché.
                                         Una semana más tarde, recibí su visita, no nos hemos vuelto a separar desde aquel día.


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