lunes, 22 de agosto de 2011

La cita.

                                      Acudió tarde a la cita, sin saber que él aún no había llegado. Suspiros de impotencia y algo de rabia fue lo que sintió en aquel momento. Si siquiera querer, una lágrima escapó rodando por su mejilla. De todas formas, dio una vuelta por el parque pensando que quizá se hubiera confundido de sitio. Pero no, él se había marchado, seguro. 
                             Era una primera cita, de esas en las que uno pretende llegar media hora antes que la otra persona. Conocer el lugar, pasear un rato, no sentir el desconocimiento de la zona, eso da tranquilidad. Pero ese día pareció que todo se ponía en su contra, atasco, una llamada intempestiva a última hora, y lo peor de todo, cuando vino sin avisar una íntima amiga. 
                                 Le supo mal decirle que se tenía que marchar, así que aguantó estoicamente hasta que ella decidió irse. 
                                   Recordando ese momento, decidió marcharse. Diez minutos más tarde, apareció él, la buscó por todos lados, cuando pensó que ella no había acudido, una lágrima escapó rodando por su mejilla....

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