martes, 25 de enero de 2011

LA LIMOSNA.

                      En aquel sueño, que de tan real parecía auténtico, me vi extendiendo la mano y solicitando la ayuda de una persona, que a duras penas estaba claro que la necesitaba mas que yo. Pero me la dio. Me dio la ayuda que ella necesitaba en esos momentos. Sentí que una lágrima resbalaba por mi cara en el instante mismo de despertarme. No se si fue la angustia la que me hizo abrir los ojos o fue el frío de la lágrima cayendo, lo cierto, es que mientras me terminaba de levantar, me limpié la cara y pensé en lo sucedido durante el sueño.
                         No terminaba de entender lo que me había pasado. Los sueños, se supone que tienen un significado, pero yo no terminaba de encontrar el de aquel. Mi hermana llegaba a casa aquella tarde, hacía dos meses que se había separado de su marido y estaba pasando una mala racha. Iba a pasar el fin de semana conmigo, me gustaba tenerla en casa aunque por otra parte, el tener que estar escuchando sus historias, me causaba un poco de mal rollo, porque no estaba acostumbrada a oír las penas de otros.
                             Pero pasamos unos días agradables, hablamos de muchas cosas y paseamos por la ciudad, cuando pasó el tiempo, ella se dio cuenta de que ya era el momento de marcharse, la acompañé a la estación y mientras esperábamos el tren, vi una persona sentada en el andén, me miraba sonriendo, era un mendigo que pedía limosna, saqué mi monedero para darle algo, él sólo me dijo que no le diera limosna, que pensara, que a veces, era mejor darla a las personas que teníamos más cercanas.
                               


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