jueves, 26 de mayo de 2011

La prostituta y el enfermero.

               La noche en que como todas salí a trabajar, no imaginé que fuera a ser tan dramática. Sabía que corría un riesgo cada vez que ponía un pie en la calle, pero hasta este día, no me había sucedido nada, al menos, no nada importante. Siempre estaban los típicos chulos que te la querían jugar, o los clientes que decían no sentirse satisfechos con el servicio, pero aquella vez, fue distinta.
             Supe que algo iba a pasar cuando me dí cuenta de que había una fiesta de no sé qué, muchas personas con copas de más y parejas medio borrachas por la calle, no presagiaban nada bueno.
                          Pero yo, a lo mío, me coloqué en mi esquina y esperé a ver si algún cliente de los que solían ser fijos aparecía esa noche. Empecé con los clásicos paseos de esquina a esquina, mirando a los coches que pasaban e intentando que algunos de ellos me  llevaran. Nada, la noche se presentaba de lo más aburrida y por ende, el dinero no se veía ni por asomo.
                      Entonces, empezó un tremendo escándalo, solía pasar a veces, pero en esta ocasión, los gritos de las chicas y las amenazas de algún hombre, se salían de lo común. Vi llegar al grupo de lejos y me quedé petrificada, dos mujeres corrían y dos ó tres hombres las perseguían, ellas pasaron junto a mí y yo, también, corrí.
                       Del resto, sólo recuerdo sentirme atrapada por el pelo y un terrible dolor, porque luego me dijeron que alguien me clavó un cuchillo en un costado, pero de eso, no me enteré.
                            Me desperté en el hospital dos días más tarde, drenajes por varios lugares y a punto de pasar a planta dada la mejoría. Así fue, en la planta, estuve tres semanas y no es que guarde malos recuerdos, porque en ella, conocí a Roberto. Fue el enfermero que me atendió a mi llegada, amable y simpático, cuando en su momento me dieron el alta, le facilité mi teléfono, llámame cuando quieras, le dije, lo hizo una semana más tarde. Me sorprendió, pues realmente, no pensé que lo hiciera, pero me invitó a cenar y accedí encantada.
                                 Y dicen que Dios los cría y ellos se juntan. Eso nos pasó a nosotros, no sé cómo, él, me caló en seguida, se dio cuenta a que me dedicaba y en la cena compartida me habló de su segundo trabajo, era gigoló.
                       Nos compenetramos y empezamos una fantástica vida en común. Conocerlo, fue lo mejor que me ha pasado.          



                       

     

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.