lunes, 30 de mayo de 2011

El alma herida.

                      Miré el mar embravecido y por un instante, lo comparé con mi alma malherida. Sentimientos encontrados, que se golpeaban unos con otros, dejando cicatrices difíciles de curar. Una serie de soledades se juntaban para obtener compañía sin conseguirlo. Sorprendía la tristeza y el agotamiento. 
                        Saboreé por un momento la sensación salada que dejaba el mar en mis labios, pequeñas gotas de agua me bañaban la cara y de repente, mi estado de ánimo cambió como guiado por hilos invisibles. Sentí algo parecido a una explosión de felicidad que se adueñó de mi cuerpo y que hizo que me levantara moviéndome con rapidez para poner solución a aquellos problemas que  complicaban mi existencia. Ni yo me reconocía en esta nueva forma de actuar, parecía otra persona. El mar hizo su efecto benéfico, de tal manera, que acudí a donde hacía tiempo sabía que tenía que hacerlo, pero que lo había dejado por pura inercia.
                                   Meses después, mi mente y mi cuerpo, se detuvieron de nuevo en el lugar en donde de alguna forma, yo no era yo, sino otra, en esta ocasión, me senté a agradecer lo que aquel momento hizo por mí, simplemente, cambió mi vida.
                                  


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.