viernes, 26 de agosto de 2011

La familia de Claudio.

                                       Se dirigió a mí como si me conociera de toda la vida, lo que no era cierto, ya que lo veía por primera vez, pero ese descaro suyo, formaba parte de su manera de ser. Así era Claudio, dejaba huella allá donde iba. Llegué a pensar que era eso lo que atraía a la gente que siempre lo rodeaba. 
                     Sí, porque no sería por guapo, ni por rico, ni siquiera tenía ese punto chispeante que a otras personas las hace atractivas. Vivía en la casa de la esquina de mi calle, una pequeña vivienda de dos plantas en donde se acumulaba un montón de gente, primos, dos tías, cuatro hermanos y casi siempre varios amigos tenían cabida bajo su techo.
                      Y su padre y su madre, claro. Mantener en orden a esa ingente multitud, me parecía que sólo lo podía hacer doña Petra. Era por ese nombre como se la conocía en el barrio. Realmente no se llamaba así, su verdadero nombre era Carmen, pero por alguna extraña causa del destino, se quedó con esa manera de conocerla. Años después me enteré que quien se llamaba así, era su madre.
                      Al chico mayor le pusieron de nombre Rosario, a las otras nombres de flores, Esterlizia, Rosa y Margarita. Por algo sería que doña Petra era dueña de una floristería. 
                          Cuando nacieron los mayores, aún no tenía el negocio, y al ser tan religiosa, al mayor le puso Rosario, lo de Claudio fue por el padre de él.
                           La familia era de misa todos los Domingos. Doña Petra empaquetaba a todos sus hijos y en fila de a uno, de mayor a menor, se los veía a las doce rumbo a la iglesia. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.