martes, 15 de marzo de 2011

UN GOLPE INFORTUNADO.

                Al abrir la invitación de su boda, vi como mi amiga Lucía sólo había puesto como condición, que todos lleváramos una rosa prendida en la ropa. No me resultó muy complicado, pues en ese día, cogí la más hermosa de mi jardín. Era de un suave tono rosado, un tanto mezclado con un naranja de lo mas delicado que se hubiera visto, pero me venía genial, pues llevaba un vestido de color beige,  en donde esos colores resaltaban su magnificencia.
                  El día aquel, en que llamamos la boda de la rosa, todos los amigos y conocidos, cumplieron su palabra y en cualquier vestido o traje, se veía una rosa trabada. Me sentí feliz al ver que todo salía como Lucía había dispuesto, era una de mis mejores amigas y quería que ese día fuera para ella algo especial.
                          Cuando se acabó la misa, pasamos al lugar en donde se celebraba el evento, cercano a la iglesia, caminamos hasta allí. La fiesta se prolongó hasta la madrugada, todos estábamos contentos y canciones y risas eran la tónica común. En un momento determinado y cuando me sentí un tanto mareada por el vino, salí a la terraza del lugar a tomar un poco de aire fresco. Unos pasos tras de mí, hicieron que me girara, el marido de mi amiga me seguía de cerca.
                                En el amplio espacio de la terraza, me acerqué a la balconada, él siguió tras de mí y en determinado momento, me preguntó como me encontraba. Agradecida por su interés, le comenté que sólo quería tomar un poco el aire y él dijo que me acompañaría.
                             El intento de besarme fue todo una, lo aparté de un manotazo y le dije que me dejara en paz. El golpe que le dí, le hizo caer de bruces, esperé unos segundos a que se incorporara, pero no volvió a hacerlo jamás, se dio de alguna manera que terminó con su vida.                                                              
                          Pensé que era lo mejor que le podía haber pasado a mi amiga, lo miré durante unos instantes y con la misma, entré de nuevo en el salón.

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