martes, 22 de mayo de 2012

Nubes.

                                                             Comenzaron su descenso con alegría, llegarían en poco tiempo al valle. Se movían con la calidez del viento de otoño balanceándose de forma sutil . Allá abajo Lucía las miraba acostada en el césped del jardín, piernas y brazos estirados en el frescor del suelo. Miró a la nube más cercana, un cerco oscuro en su interior presentía el agua esperada. Las otras, mayores y lejanas tardarían más en llegar.
                               Habían pasado un estío caluroso y cruel y llegaba el tiempo frío. Como cada año Lucía deseaba ver llegar el momento, no soportaba el calor y se convertía en una niña malhumorada e intransigente.  Desde que tuvo ocho años se acostumbró a esa rutina cuando llegaba el invierno,  todos los días se tumbaba y pedía ese deseo oculto que aun no le habían concedido, sería su regalo de cumpleaños. De alguna forma sabía que algún año se convertiría en realidad.
                        Los padres de Lucía eran inmigrantes, habían llegado a este país hacía ya tres años  en  busca de la ansiada  oportunidad para vivir mejor, no les fue mal. Los dos trabajaban todo el día y Lucía pudo estudiar. Pero allá se dejaron algo...otros dos hijos menores. Ahorraban dinero para los pasajes y en breve se reunirían.
                            Lucía los echaba mucho de menos, con frecuencia lloraba por las noches al acordarse  de ellos y esperaba que en este cumpleaños su regalo se hiciera realidad.
                            La nube de color oscuro iba bajando deprisa y al rato empezó a sentir gotitas en la cara. Se desperezó feliz dejando que el agua la fuera empapando y al rato escuchó la voz de su madre desde la casa pidiéndole que regresara con premura.
                        Con un suspiro se levantó y camino despacio, mañana era el cumpleaños, su madre pasaría todo el día haciendo la tarta y los bollos de canela, sus preferidos. Empujó  la puerta con desgana, había oído la voz de su padre que llegaba del trabajo.
                             En el sillón del cuarto de estar, sonrientes,  estaban sus hermanos pequeños, su deseo había sido concedido.  









            

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