martes, 14 de septiembre de 2010

EL ANILLO

Le puso la sortija en el dedo y quedó sellado el compromiso. Era un precioso anillo de brillantes, había pertenecido a su madre y a la madre de esta, por lo que una joya familiar suponía algo así como de por vida. Y así lo imaginó Ana, se sintió orgullosa de llevar aquel objeto era de tantas generaciones anteriores, el simple hecho de tenerlo en su mano ya era para ella un sentirse digna de algo. El brillo de los diamantes era incalculable, sólo el ojo mas experto podría comprobar precios y tallas. Y meses mas tarde, una fastuosa boda nunca imaginada por Ana ni por su familia, se celebró en la ciudad donde esta pertenecía. Las joyas que Ana llevó, fueron todas de la familia del novio, pues en la suya, no existían ese tipo de riquezas. Pasaron los años y Ana se acostumbró a esa forma de vida, casas lujosas, joyas, viajes, ropas de calidad, etc. pero todo no dura eternamente, pasó el tiempo y llegó un día, después de muchos años, en que su marido se arruinó, todas las joyas, casas, etc. tuvieron que venderse, Ana y él marcharon a otro país a empezar una nueva vida. Y fue curioso, nunca se desprendió del anillo, formaba parte de ella, no recordaba siquiera que estaba ahí. La venta de la joya, fue decisiva, con el dinero que consiguieron por ella, montaron un pequeño negocio y empezaron de nuevo. Nunca imaginaron que con un objeto que ni se acordaban que existía, pudieran rehacer su forma de vida.

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