viernes, 18 de marzo de 2011

AQUELLOS RECUERDOS...

                   Claro, le dije sin pensármelo demasiado, si crees que eres una de mis mejores amigas y me haces una trastada de ese calibre, pues no se lo que dejo para mis enemigos. Me miró como si fuera la primera vez que me veía, dio una vuelta sobre sí misma y no la volví a ver más. Pero no me molestó demasiado, si era su decisión, estaba bien tomada. Carla fue hasta ese momento una amiga inseparable, en raras ocasiones nos habíamos desunido, ni siquiera para irnos de vacaciones, pero hasta ahí podíamos llegar, pensé mientras la veía alejarse.
                        Ahora, recordaba aquellos momentos de adolescencia como únicos, nunca disfruté tanto ni de manera tan intensa. Pero todo se fue difuminando en mi memoria, porque ni mis amigas de aquella época existían ya como tales, ni yo tampoco e
ra la misma. El tiempo malgastó muchos de mis recuerdos y otros, ni siquiera quería recordarlos. 
                              Mientras me dedicaba a rememorar aquellos momentos, caminaba por la orilla de la playa en donde en ocasiones gustaba de pensar en tiempos pasados. Una pequeña ola espumosa me mojó los pies y dejó en ellos una estela de un tenue color blanco, que desapareció con rapidez cuando una hermana mayor acudió rauda y de un empujón casi me tira. Estuve haciendo una serie de movimientos a cada cual más violento y logré por fin el equilibrio que buscaba, en esto una mano amiga y desconocida, me sujetó y logró que no terminara con mis huesos en la arena. 
                             Era una mujer que pasaba por el lugar, le agradecí que me sujetara en ese instante y nos paramos a hablar. Después de un buen rato de charla decidimos irnos a tomar un café en un sitio cercano y empezamos la subida de la cuesta, que tanto ella como yo conocíamos, pues según me comentó vivió de niña en la zona.
                              Estuvimos hablando durante casi tres horas mientras saboreábamos un café, cuando ya nos despedíamos nos dimos cuenta de que no nos habíamos dicho nuestros nombres, yo le dije el mío y cuando ella dijo el mío es Clara, yo sólo pensé que.... las casualidades no existen.
                            
                             

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