jueves, 29 de septiembre de 2011

Mi infancia y adolescencia.

                        Mi infancia y adolescencia.
                                      
                                    Cuando cumplí los quince años, en casa vivíamos mi madre y yo, mi hermano mayor se había independizado y mi abuela murió un año antes. Eramos una familia de dos.
                           Mi madre siempre fue una mujer activa y extrovertida, recuerdo el tiempo que permanecíamos charlando, le contaba mis historias de niño y ella las seguía interesada salíamos al parque todas las tardes y muchos fines de semana íbamos a la playa muy temprano para que yo no molestara a nadie.
                            Siempre fui un chico hiperactivo, no paraba quieto ni un minuto y mi madre recordaba con terror mi infancia, en donde no me podía perder de vista ni un segundo por temor a que me pasara algo. Subir a los muebles altos, alongarme al balcón o abrir una ventana era para mí unas de las mayores diversiones. 
                             Según fui creciendo la hiperactividad fue perdiendo peso, pero la terrible falta de concentración, pérdida de objetos y olvido de cosas, la reemplazó. Hoy día reconozco que vivir con una persona así puede ser muy complicado. Mi madre lo llevaba haciendo quince años.
                                 Por ese entonces fue cuando su carácter empezó a cambiar, se tornó en una persona vulnerable y apática y con una desidia total por lo que pasaba en casa, mi madre tenía una depresión, simplemente había tirado la toalla, ya su mente no le daba para más.
                                 Una buena amiga de aquél entonces le sugirió llevarme a su casa para que ella mejorara, pasé el curso escolar de los dieciséis años con ella, lejos de mi casa.
                                     No he comentado que mi madre tiene una enfermedad degenerativa, que le produce frecuentes dolores en las articulaciones  por la que está de baja laboral con frecuencia. Mi madre lo tenía duro.
                                      Al volver a casa después del año pasado fuera, yo era el mismo que se fue. A pesar de la disciplina a base de castigos que me imponía su amiga, poco aprendí. Protestaba por todo y por nada, los comentarios que le hacía a mi madre con frecuencia eran dañinos o sin sentido, preocuparme por ella no se me habría ocurrido, como le podía pasar a cualquier otro adolescente.
                                     Los amigos y familiares volvían loca a mi madre diciéndole que yo necesitaba una disciplina que ella no me daba. Pero realmente  era la única que me entendía, quizá por que éramos muy parecidos en algunas cosas, me daba lo que creía que yo necesitaba emocionalmente, hacía el trabajo de madre y padre, con el mío nunca tuve buena relación y estuvo muchos años sin verme.
                                   Desde pequeño, siempre que teníamos alguna discusión ella intentaba por todos los medios arreglarlo lo antes posible, otros niños pueden acudir al padre o algún familiar para encontrar consuelo, yo no tenía a quien acudir.   
                                  Y fue de ésta manera que mi madre y yo pasamos mi infancia y adolescencia. 













                                         

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