martes, 1 de marzo de 2011

SALIMOS AL ANOCHECER.


                       El instante en que sentimos el ruido  nos mantuvimos totalmente pendientes del sonido, ni siquiera sabíamos que era, el terror hizo que nos  paráramos  y un momento más tarde cambiamos el trayecto que seguíamos, pues así como íbamos hacia donde nos solíamos dirigir siempre sobre esa hora, al oír tremendos y lúgubres estampidos, decidimos de común acuerdo, dar media vuelta y cambiar la ruta, ya que en un momento como aquel, todo nos parecía tan terrorífico como siniestro.
                                  Instantes después, un silencio sepulcral se hizo en la zona y nos miramos unos a otros totalmente absortos en nuestras propias caras, que estaban de una palidez tal, que parecían casi como de muertos. Seguimos caminando, porque no teníamos otra cosa mejor que hacer, pisando las piedras del camino y los guijarros que nos íbamos encontrando a nuestro paso.
                                  Al poco empezaron de nuevo los ruidos, siendo esta vez como murmullos y susurros de lo más vibrante. Sentí como mis huesos temblaban y el chasquido de las mandíbulas de mi compañero de paseo, las podía oír a casi medio metro de distancia. 
                             
Casi me creí morir de miedo en ese mismo instante.
No pensé en volver a ver la luz del sol nunca jamás.
Cuando unos momentos más tarde, miramos al frente y vimos aquella especie de muñeco tan extraño y espantosamente feo, supusimos que nuestro sino estaba claro. El diabólico ser, no nos podía mirar porque no tenía ojos, sólo se mantenía quieto delante nuestro, sin moverse.
                                 En ese instante en que ninguno de nosotros sabía que decisión tomar, fue cuando alguien del grupo se le ocurrió, de repente, de una manera de lo más espontánea, acercarse al muñeco y tocarlo.
                                  En ese entonces, como suele suceder otras veces, simplemente....me desperté.

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