El embeleso de su olor, me sobrecogía. Me recordaba a mi infancia, a limpieza, los momentos en que todo era sorpresa y hechizo. En esos días en que primaba la naturalidad y no existían las dificultades ni los problemas. En donde nos sobrecogían los colores de una flor y cualquier cosa nueva, era una maravilla. Siempre me fascinó esa tonalidad tan intensa, ese color que parecía iluminar con su matiz el resto de lo que hubiera a su alrededor.
Un día, compré una pequeña maceta, la transplanté y durante meses, casi un año, estuvo conmigo. Pero me marché tres días fuera de casa, la dejé de regar y al llegar, había muerto. Este tipo de plantas, necesitan mucha agua.
Me apasionaba tocarla y luego oler mis manos. Algo así como una sensación me encandilaba, pues parecía como si en ese momento, cerrando los ojos, pudiera sentir casi, la vital y poderosa presencia de su ser.
Un día, compré una pequeña maceta, la transplanté y durante meses, casi un año, estuvo conmigo. Pero me marché tres días fuera de casa, la dejé de regar y al llegar, había muerto. Este tipo de plantas, necesitan mucha agua.
Me apasionaba tocarla y luego oler mis manos. Algo así como una sensación me encandilaba, pues parecía como si en ese momento, cerrando los ojos, pudiera sentir casi, la vital y poderosa presencia de su ser.
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