MI AMIGA, LA BAILARINA.

Se la veía con tanto coraje y fuerza en sus movimientos, que me quedé absolutamente prendada de ella. Sólo la vi en un simple ensayo, pero fue suficiente, no es que fuera una especialista en la materia, para nada, en mi vida había bailado y no  era versada en el tema. Cierto es que muchas veces había ido a diferentes tipos de espectáculos de baile, pero ninguno me ocasionaron tremendo impacto.  Aquella vez, fui acompañando a dos amigos, eran bailarines y me sugirieron ir al ensayo, lo que me pareció entretenido. Nunca imaginé que pudiera conocer a alguien, que en un futuro, haría un efecto tan intenso en mi vida.
                         Ese día, nos presentaron y desde entonces, fuimos amigas como hay pocas, compartimos confidencias y una unión que nos llevó a lo más entrañable que se puede dar entre dos personas. Me convertí en su sombra, la acompañaba en sus giras y disfrutaba con sus éxitos.
                                   Durante casi dos años, dejé mi propia vida de lado para dedicarme por entero a la de ella, era tanta la fascinación que sentía, que a veces, pensaba que llegaba casi a una especie de éxtasis. Es cierto que en ese tiempo, tuvimos tropiezos y dificultades, pero los superamos, nuestra relación surgió como cualquier otra. La energía y vitalidad de mi amiga, me seguía abduciendo.
                                     Fue entonces cuando ella empezó a sentir un tedio y hastío con respecto a nuestra relación, que me pareció muy sospechosa, no estaba acostumbrada a verla tan aburrida a todas horas del día. Se había acabado lo que en un principio supuso mi mayor alegría, estaba segura de que eso era así. Efectivamente, al poco tiempo, me di cuenta de que mi suposición era cierta, no es que hubiera otra persona en su vida, simplemente, se había acabado el amor.