viernes, 11 de marzo de 2011

MI AMIGA ÁGUEDA.

Se me acercó como hacía siempre, para contarme algo, pero yo sabía que lo que iba a hacer era más bien decirme cualquier cosa a sabiendas de que me molestaría.
                       Águeda, le dije, si me vas a prejuzgar por mi actuación, mejor cállate. Unas lágrimas de tristeza y farfullo, empezaron a inundar sus oscuros ojos azules, si, oscuros y azules, pues así era el tono de los ojos de mi amiga, con los que podía embaucar a quien le viniera en gana. Águeda, no era excesivamente guapa, más bien dentro de lo normal, pero si la veías por la calle, no la olvidabas. Siempre iba de punta en blanco, es cierto que eso ayuda, no es lo mismo ir con unos vaqueros de hace tres temporadas, que con ropa comprada el día anterior. Pero no era por la ropa por lo que llamaba la atención, todavía hoy, después de hace treinta y dos años que la conozco, intento averiguar el por qué. 
                     He llegado a la terrible conclusión, y digo terrible porque eso es inimitable, que el mundo ve a Águeda como un ser especial, porque ella se lo cree. Tiene una seguridad en sí misma, que para mí quisiera. Además, es inteligente, hace años me dí cuenta que en su casa no tenía espejos de cuerpo entero, ! claro ! los quitó de en medio al verse más ancha de caderas que el resto de sus amigas y con unos centímetros de menos, que no la favorecían en absoluto. 
               Ella no necesitaba verse sino de mitad para arriba, sus ojos, su hermosa melena trigueña y  sus perfectos pechos, ¿para que quería más?. Eso se llama inteligencia supina. A mi que no me digan, pero estas cosas no las hace todo el mundo. 
                   Bueno, a lo que iba, que me fui por los cerros de Úbeda, este día, que es hoy, discutíamos por su manera de juzgar lo que hacen los demás, de verdad, es algo que me j... en demasía, ( que bien hablo), pero bromas aparte, cada vez que le comento cualquier cosa o que se entera de que hice tal otra, me da su drástica opinión, sin yo pedírsela. Y, no me digan que no molesta que una amiga o quien sea, te diga lo mal que hiciste aquello o que deberías haber actuado de esta otra manera. Pero Águeda es así, yo seré de una forma opuesta, aun y todo, la quiero, compartimos muchas cosas, si no discutiera con ella, pelearía con alguna otra persona. Es la vida. Ahora, le tengo que dejar, sintiéndolo mucho, porque he quedado.... para ir de compras con Águeda.
                          


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