viernes, 11 de marzo de 2011

AQUEL CHICO DIFERENTE.


                               Lo único que hice, fue salir un rato después de la clase de biología, estaba tan cansada que sólo quería cambiar de aires. Si lo llego a saber, me hubiera quedado en clase, respirando el horrible olor que desprendían las axilas de mi compañero de al lado. Pero uno no sabe lo que le puede propinar la vida, digo propinar, pues eso me pasó. Sólo había caminado dos o tres calles, cuando a la vuelta de una esquina, me dieron tremendo trompazo en la cara. El tipo que me lo dio, siguió corriendo a la misma velocidad con la que venía, yo, me caí al suelo cuan larga era. Me desperté estando ya en la ambulancia, oyendo voces desconocidas y ruidos que no sabían de donde provenían.
                               Me dejaron un par de días en observación después de algunas pruebas, como estaba todo en orden, al tercero, me fui a casa. Mi familia y amigos, creyeron que poco menos era una despedida, pues las visitas fueron tantas, que terminé un poco harta. Así que a la semana y bajo prescripción médica, me fui de nuevo a la universidad.
                                     Terminé las clases temprano y me marché a casa, no fue sino dirigirme a la parada del autobús, cuando lo ví, mi "casi" asesino estaba allí, tranquilamente, apoyado en una columna de la estación y, no sé, pero juraría que me miraba. Pues sí, porque como quien no quiere la cosa, se acercó. Me extrañó que no sintiera miedo ni ganas de salir corrriendo, me quedé quieta, esperando. La verdad es que el chico no estaba para asustar a nadie, delgado y endeble, no era precisamente lo que se dice un ladrón, que fue lo que dijo la policía. Cuando estuvo cerca, me envalentoné y le pregunté levantando la barbilla, que es lo que quería.
                        Pedirte perdón. Esas fueron sus palabras, pedirte perdón. Había venido a disculparse por el topetazo que me había dado. Esa si que no me lo esperaba. Al chico no le faltaba sino llorar, me contó que su madre le había obligado a venir y que sentía mucho lo sucedido.
                         Por supuesto, le dije que lo olvidara, que me encontraba bien y que no pasaba nada, vi su cara iluminarse de contento, sonrío, me dijo que no era la primera vez que le pasaba, pero le había prometido a su madre, que si yo le perdonaba, no volvería a robar, que sería la última.

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