jueves, 16 de diciembre de 2010

UN DÍA CUALQUIERA

                                          El agua se colaba por todos los huecos que le dejaba el impermeable, sentí que caminaba bajo un chorro abierto. Me quedaban varias manzanas de casas para llegar a la mía y pensé que más me valía tomármelo con paciencia, no tenía otro remedio o eso o me refugiaba en alguna de las cafeterías de la zona, pero al sentir el frío del agua por mi pecho, me dije que mejor seguir caminando.
                     Chapoteé en un profundo charco al dar la vuelta a la esquina, mis playeras se llenaron de agua por dentro y por fuera, pensé que  la gripe la tenía asegurada.
                     Las calles totalmente atiborradas de gente que no tenían muy claro a donde iban, paraguas que molestaban a unos y otros y en todo ese batiburrillo, la lluvia caía sin piedad helando a los que la soportaban estoicamente. Agradecí el haber llegado a mi edificio, ya en el zaguán abrí la puerta y entré en mi casa con un suspiro profundo.
                       Calefacción, café caliente, calcetines de andar por casa, todas las comodidades típicas del invierno me inundaron en un momento, me sentí profundamente acogida.
                        Al rato mi sillón favorito abrió sus brazos y me tiré en ellos como si fuera el mejor de los amantes.
                    Sólo puedo decir, en momentos tan estimulantes y enérgicos como éste, que agradezco a los dioses tener todo lo que tengo, disfrutar de mí día a día y poder mañana por la mañana... repetir las mismas palabras.

1 comentario:

  1. Si las personas valoraran lo que tienen y mirasen hacia atrás, se darían cuenta que se puede ser feliz con mucho menos. Pero tristemente, para la gran mayoría, sólo hay una dirección en la que dirigir su vista ..., el tener más y más, todo materialismo y poca afectividad, que es de lo que se debería nutrir al hombre.
    ¡Así estamos haciendo este mundo!

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Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.