El peso de mi marido sobre mi cuerpo, era el peor de los tormentos. Si hubiera podido ver mi cara en esos momentos de angustia, no me habría reconocido, me mordía la lengua para no gritar de rabia, mientras él, sólo oía grititos de placer o lo que creía que era eso. El rato que duró, pensé que si tuviera a mano un arma, no dudaría en matarlo, tal era el odio y la repugnancia que sentía. Estaba claro que mi amor, se había acabado hacía, ya, mucho tiempo, pero no me podía marchar de su lado por el simple y cruel motivo de no tener medios económicos. De todas formas, las cosa habían cambiado, porque mis hijos eran ya independientes, o sea, que no necesitaba tanto dinero. Mantenía un espíritu alegre y entusiasta, lo que era un punto a mi favor, no necesitaba sino ver la ocasión adecuada y tomaría la decisión. Y, esta, no tardó en llegar, se presentó en forma de viaje, pues mi marido llegó contando que en una semana se tenía que marchar quince días, por motivos de trabajo. Durante el tiempo que estuvo fuera, preparé todo, decidí marcharme lo mas lejos posible, conocía su carácter irascible, me daba un poco de miedo que saliera tras de mí. Así, que una mañana clara de aquella primavera, empaqueté las cuatro cosas que había preparado y salí de casa, camino del aeropuerto. Tenía claro que avión iba a coger, quería vivir en un lugar cálido, donde los inviernos no existieran y la lluvia no agobiara. Un sitio, donde salir a la calle fuera una alegría y al asomarse al balcón todos los días, ver el amanecer claro y luminoso. En definitiva, quería vivir en un lugar donde el sol fuera la tónica común, que los paseantes vistieran ropa corta y que los turistas disfrutaran de la calidez del lugar. Y, sí, encontré el sitio adecuado para mí, ya había visto folletos y estudiado la isla, no era cara, estaba bien situada, buen aeropuerto, por si en un momento dado tenía que marchar.
Cuando llegué a Las Palmas, supe que estaba en mi casa, como me habían indicado, me trasladé al sur de la isla, en donde había mas turismo y mas posibilidad de encontrar trabajo para mí.
Meses mas tarde, mis hijos, vinieron de visita, se quedaron encantados en como había remodelado mi vida. Aprobaron mis decisiones y dos de ellos pensaron volver a vivir allí conmigo, me sentí feliz, ahora sé, que una decisión bien pensada, es una auténtica victoria en nuestra vida.
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