domingo, 24 de octubre de 2010

MI PRIMER PACIENTE

                       Esto que les voy a contar, es extrictamente verídico, pasó hace mucho tiempo, exactamente treinta y tres años. Yo era alumna de la antigua clínica del Pino, él era un paciente de la planta de medicina interna, donde trabajábamos y aprendíamos el alumnado.
                         Se llamaba Juan, no tenía nada de especial, un paciente más. Habitaba en una de las dos ó tres habitaciones que entonces había para pacientes aislados, los que por estar inmunologicamente deprimidos, las necesitaban.
                          Pero Juan, Juan era diferente al resto de los enfermos, su actitud positiva ante la vida, era lo primero que llamaba la atención, no solía hablar de sus dolores, ni de las molestias de la enfermedad, que las tenía y muchas, no, él hablaba de cosas que no tenían nada que ver con todo esto.
                       Uno de los días en que accedí a su habitación, lo encontré hablando sólo mientras miraba por la ventana, pero no era motivo de preocupación, porque él mantenía una conversación con los pajarillos que se acercaban a comer las migas de pan que les iba dejando.
                          Me quedé mirándolo sorprendida, no se dio cuenta de mi presencia hasta rato después, así que pude escuchar como les hablaba y compartía con ellos una dulce melodía que estaba cantando. El patio de la habitación de Juan, era triste, como casi todo en la antigua clínica, yo creo que lo único que manteníamos la alegría eramos las estudiantes, que con ese entusiasmo digno de la juventud, hacía que todo pareciera de otro color.
                                      Y un día, como otro cualquiera, cuando llegué a la habitación para saludarlo, la cama estaba vacía. Nunca olvidaré la sensación de soledad que me invadió, las lágrimas cayeron sin pretenderlo, con el tiempo aprendí a reprimir esos sentimientos, pero en aquel momento, una alumna de primer curso, perdida en sensaciones, no era posible.
                                  Bajé al tanatorio a despedirme de Juan y de su mujer. Nunca lo olvidaré, me hizo ser mejor enfermera y mejor persona.

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