sábado, 11 de diciembre de 2010

LE PUEDE PASAR A USTED

              Ciento uno, ciento dos, ciento tres, harta ya de tanto contar, decidí levantarme de la cama, otras noches había llegado hasta doscientas, pero hoy, mi paciencia o mas bien impaciencia, me podía, así, que me envolví en un antiguo jersey y me fui al cuarto de la tele. No entendía porque la gente llamaba salón a  la habitación en donde tenían el televisor, para mí, salón era algo así como para celebrar bailes, me recordaba a la época de Luis xxv o sus parientes, en fin, no se. Con ese pensamiento me senté al lado de la chimenea que nunca se encendía, porque en donde vivíamos, un país cálido como el que mas, no hacía falta, pero mis padres compraron una casa que les pareció que eso de tener chimenea, decía mucho de sus propietarios. Para mí, lo que decía, es que eran tontos, pero claro, cuestión de gustos. No sabía que hacer a aquellas horas de la madrugada, todas las noches lo mismo, el insomnio me mataba. 
                    Algo hizo que mis pestañas, que comenzaban a cerrarse, se abrieran en una súbita ascención, miré a mi alrededor, creyendo que algo se había caído o cuanto menos, movido de su sitio, pero no, todo se hallaba como antes, no entendía el porque de aquel extraño despertar. 
                            Tenía que averiguar lo que había pasado, no sabía si fue un ruido o una luz, quizá algún vecino, con insomnio como yo; también podría haber entrado un ladrón, otra cuestión era que mi hermana, que tenía llaves, hubiera entrado porque su marido la hubiera maltratado y ...pero claro, teniendo en cuenta, aterricé, que mi hermana, vivía a varios miles de kilómetros de distancia, también era imposible. 
                            El sueño me vencía a pesar de los pensamientos que rondaban mi cabeza, decidí que no pasaba nada, que todo estaba en orden y que irme a la cama sería la mejor de las soluciones, dí la vuelta a la cocina y en la oscuridad, una persona me agarró por la cintura, al darme la vuelta mientras daba el mas terrorífico de los gritos que jamás se haya oído, me encontré de cara con mi marido, que, con los zapatos y las llaves en la mano, soltaba...el mas terrorífico de los gritos que jamás se haya oído. 
      

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