martes, 26 de octubre de 2010

LO ODIABA A MUERTE

                  Llamé temprano a mi malhumorado cliente, era de esos, que siempre tenían un humor de perros, que nunca te recibían con una sonrisa, realmente, no creo que tuviera los músculos de su cara preparados para ello. 
                       Me habló como solía hacerlo, con un despotismo y un desprecio digno del protagonista de una película, parecía increíble, que un ser humano actuara de esa manera.
                      Pensé que si pudiera, lo eliminaría de mi lista de clientes, pero era de los que después de estar un rato "pasándole la mano" terminaba comprando. Lo odiaba a muerte.
               Al día siguiente, nos vimos, tal y como habíamos quedado. Su despacho estaba en la calle mas céntrica, en un edificio caro, como tenía que ser. Subí al sexto piso, después de pasar dos secretarias, entré en su pequeño apartamento de roble, así le llamaba, pues estaba cubierto del techo al suelo de este material. Agobiante. Había estado en varias ocasiones, pero la sensación de ahogo era siempre la misma. El tipo,alto y gordo, daba impresión de abusivo y ordinario, lo iba cantando, ni su traje caro, ni el oro que llevaba en las manos, quitaba la impresión, todo lo contrario, la acentuaba.
                  Logré la venta, puesto que a él  le interesaba tanto como a mí. Me prometí a mí misma que sería la última vez que haría tratos con este hombre, me escuché decir estas palabras en otros momentos, pero esta vez, sería cierto.  Yo tenía mis propias normas y formas de solucionar mis problemas con mis clientes, eso él no lo sabía. Y las puse en práctica, cuando dos meses mas tarde me llamó de nuevo. Esta vez, me citó en su casa, pues según me dijo su despacho estaba en obras. Me preparé concienzudamente, en el bolso llevé lo que creía iba a necesitar, pero por si acaso, fue conmigo uno de mis mejores amigos, que me solía ayudar en situaciones de este calibre.
                   La cosa se me fue de las manos. Como la cita había sido por la tarde, llamé a mi sicario, hizo desaparecer el cuerpo muerto.
                   Tuve que desaparecer del país. Empezar de nuevo en otro lugar. No era lo que quería para mí, quizá tampoco para él, pero pasó así, ya no había vuelta de hoja. 
                      
 

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