Recordé aquel día como uno de los peores de mi vida, nunca me había sentido con aquella sensación de angustia y ansiedad, con aquella impotencia, el saber que no podías hacer nada, pero que el dramático suceso, me involucraba de la manera mas tremenda. Yo era de religión hindú, así que aquel 24 de Diciembre, era uno de los pocos vecinos, por no decir el único que no había ido a la misa del Gallo, me quedé en casa sólo, leyendo. Un terrible incendio, se desencadenó tres pisos mas arriba, en casa de un vecino con el que me llevaba bastante mal, no me dí cuenta de lo que sucedía hasta que empezaron a llegar de la misa y oí los gritos. Todos los ojos se dirigieron a mí como el seguro culpable. La policía vino a casa a hacerme las preguntas de rigor, por mas que les intenté hacer comprender que yo no había salido de mi casa, todo fue en vano.
Al no haber pruebas, no me pudieron implicar, pero los vecinos, ya lo tenían claro, yo era el pirómano del edificio, el que por un quítame allá esas pajas, incendiaba una casa, con posibilidad de acabar con la vida de alguien. Pasé unos meses horrorosos, me retiraron el saludo, no me hablaban como antes, en fin que no me mudé de piso porque no disponía de dinero suficiente, si no, lo hubiera hecho.
Algo acudió en mi ayuda, porque meses después, un inspector de la policía vino a mi casa para decirme que el pirómano, se había entregado, que era un vecino de un edificio cercano que tenía problemas con este hombre y quiso vengarse de esa forma. Pero no pudo aguantar la presión de sentir que había otra persona inculpada y decidió decir la verdad. Se lo agradecí de por vida, no hubo por parte de los vecinos, ninguna disculpa ni ninguna palabra de apoyo, no me importó, sólo yo sabía que el culpable era otro y que a partir de ahora, podría ir con la cabeza bien alta, ellos serían los que tendrían que agacharla.
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