jueves, 21 de octubre de 2010

EL MORBO DE MI MUJER

                  No creí que todo fuera tan complicado, las cosas siempre me parecían sencillas y cómodas de solucionar. Intenté por todos los medios, ahorrar tiempo en explicaciones que no llevaban a ninguna parte, pero con ella era imposible, quería saberlo todo, hasta el último detalle. Aquello rayaba en la morbosidad y aunque se lo dije en más de una ocasión, seguía preguntando como una poseída.
                   Había descubierto hacía varias semanas mi infidelidad, no pude negarla, tampoco quise entrar en el juego, le confesé la verdad, le pedí perdón, le prometí que no volvería a suceder. Pero a pesar de todas mis disculpas, las preguntas, eran diarias, decía que era una necesidad, que no se quedaría tranquila hasta saber todos los detalles de la relación. Así que me convertí en una especie de libro abierto, ella preguntaba, yo respondía. No me callaba nada, si la única solución era transmitÍrselo todo, pues así lo haría. 
                       Día tras día, pregunta tras pregunta, de mi boca fueron saliendo todas las respuestas que imaginarse puedan. Detalles escabrosos, formas de hacerlo, horas de encuentros, así sucesivamente, hasta dejarme exhausto.
                       Meses más tarde, estaba cansado, harto de oír la misma cantinela una y otra vez. Ya no podía más, aquella noche, salí con unos amigos a tomarnos algo, cuando me vine a dar cuenta, estaba en una cama desconocida, con una mujer desconocida. Al otro día simplemente, se lo conté a mi mujer, le dije que había pasado la noche en otra cama, ella me miro con morbo y empezó a preguntarme sobre como lo había hecho con la chica de anoche. 

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