lunes, 20 de septiembre de 2010

LAS GAVIOTAS

                                                    Las llamaba  mis pequeños diamantes voladores, eran exactamente eso, pues el brillo que el sol regalaba a sus pequeños cuerpecillos hacía que estos relucieran rutilantes, con la brillantez de unas lentejuelas. 
                                 Sólo eran gaviotas, aves que buscaban incansables su alimento en los atardeceres del mar. Pero como él acostumbraba a pasear todas las tardes a la misma hora que ellas, parecía que eran parte de su familia.
                                Cuando la playa se vaciaba, buscaban afanosamente los restos de comida que dejaban todos los usuarios. Así pasaban horas, comiendo y dando saltitos de aquí para allá, intentando encontrar lo imposible. Mas tarde, las barcas de los pescadores se acercaban y una vez que hubieran terminado de recoger su preciosa carga y llevarla consigo, los restos que dejaban eran un fantástico postre para estos animales, que daban buena cuenta de ello.
                           Casi todas, eran de color blanco y gris, pero había algunas que tenían algunas manchas de un ligero marrón claro, que mezclado con los otros colores daba impresión de suciedad. Los picos eran amarillosos, duros y fuertes, para poder atrapar sus presas sin problemas.              
                          Y así, conoció a muchas de las gaviotas, a base de observación y conocimiento. Pasó tantos años de su vida mirándolas, que durante el sueño las veía y las oía con su característico sonido, que no se sabía bien si eran ellas o un niño llorando.
                              Estudió Ciencias del Mar, fue uno de los primeros de su promoción, pero siempre supo que nada tuvo que ver el mucho estudiar, sino los años que dedicó a la práctica y entendimiento en la playa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.