jueves, 5 de julio de 2012

La desconocida.

                                    El primer día que la vi, supe que me había enamorado. Según fue pasando el tiempo me dí cuenta de mi error. 
                         Tenía nombre de cuento de hadas, Clara, y toda ella era dulzura,  suavidad y ternura. Tuvimos una relación que de tan corta no terminó de convencer a nadie y seis meses después, nos casamos. 
                          Los primeros meses vivimos una luna de miel, cuando empezaron los celos  y las desconfianzas, supuse que eran las típicas inseguridades de recién casada, pero a los pocos meses era tal el agobio y la presión a la que me tenía sometido, que decidí buscar ayuda. Un psicólogo amigo me sugirió que ella fuera a su consulta, tras esa propuesta, los gritos y desafueros se oyeron desde lejos. Lo intenté por varios medios y nada dio resultado. 
                                   Un año más tarde, la tensión en que vivía era de tal calibre que pensé que de ahí a la locura, había sólo un paso. 
                                 Fue por aquel entonces, que decidí acabar con la vida de Clara.

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