Se llama Laura, nos separa la calle, ella en su terraza, yo en la mía. No la conozco, pero la veo a diario. Es una mujer seria y taciturna, sin sonrisa, una mueca indefinible en su mirada. Cuida las plantas, barre y friega. Por la noche, las luces azules del televisor me indican que esta viendo algún programa insulso y sin sentido.
Ella simplemente, esta agotando su tiempo. Vive sin vivir mientras contempla el transcurso de los días esperando ese que nunca llega.
En ocasiones la imagino mirándose al espejo y esbozando una sonrisa, pero la tristeza de verse con ese rictus forzado hace que desvíe la mirada.
Y los días van pasando, en ese no caminar por el mundo, nadie la ve ni la saluda y ella sigue sin mirar atrás.
Ella simplemente, esta agotando su tiempo. Vive sin vivir mientras contempla el transcurso de los días esperando ese que nunca llega.
En ocasiones la imagino mirándose al espejo y esbozando una sonrisa, pero la tristeza de verse con ese rictus forzado hace que desvíe la mirada.
Y los días van pasando, en ese no caminar por el mundo, nadie la ve ni la saluda y ella sigue sin mirar atrás.
Cuando dejé de contemplarme en el espejo, me recogí el pelo, me lave la cara y... salí a la terraza. |
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