El silencio de la tarde de Domingo, fue invadiéndolo todo cautelosamente.
Un viento intenso y racheado sumergió el pueblo en una especie de "ciudad sin ley", en donde las calles vacías y el sonido ausente dominaban el espacio.
Un viento intenso y racheado sumergió el pueblo en una especie de "ciudad sin ley", en donde las calles vacías y el sonido ausente dominaban el espacio.
María caminaba pegada al muro, iba atrapada en un grueso jersey gris, cruzados los brazos sobre él, la cabeza gacha y los pasos largos. No encontró a nadie a su paso. Le molestaba su pelo alborotado, que intentaba sin éxito dominar. Dobló la esquina de la calle y entró por la enorme puerta de la iglesia en donde dos mujeres arrodilladas rezaban.
Cirios encerados y oscuridad. Se sentó en un banco del fondo, encogida, y como pudo logró articular una oración que recordaba.
Solo pensó en él, allá solo, con la otra mujer que odiaba, con la otra vida que no quería. Cuando las lágrimas llegaron a su barbilla, intensas y húmedas, sintió que el dolor de su amante también era el suyo y desfallecida, cayó hacia atrás muerta, liberándose para siempre.
Solo pensó en él, allá solo, con la otra mujer que odiaba, con la otra vida que no quería. Cuando las lágrimas llegaron a su barbilla, intensas y húmedas, sintió que el dolor de su amante también era el suyo y desfallecida, cayó hacia atrás muerta, liberándose para siempre.
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