martes, 23 de agosto de 2011

En el mismo sitio.

Tendrá de pasar mucho tiempo para que olvide que una vez tuve una amiga con  su nombre. Ella y yo nos conocimos desde muy pequeñas, hacernos amigas fue algo tan sencillo como lo puede ser el enamorarse, simplemente sucedió.  Pero  ahora que ya no la reconozco, que su cambio ha sido tan evidente, me embarga una pena profunda e íntima. 
                             Cuando mayores, cada una tomó un rumbo diferente en sus vidas, yo me hice profesora de primaria y trabajo en la escuela de mi pueblo. Ella tenía aspiraciones de otro tipo, siempre fue buena estudiante, e hizo la carrera de derecho. Quería conocer mundo, viajar, salir de la pequeñez en que nos movíamos. Y lo hizo de una manera que a todos nos pareció normal, simplemente cuando acabó de estudiar, cogió los bártulos y se marchó. 
                                      La volví a ver diez años después, manteníamos un cierto contacto, por mail ó por teléfono. Aquella tarde en que volvió al pueblo de vacaciones, yo no cabía en mí, una increíble ilusión me tenía sobre ascuas. 
                                       Quedamos en la misma cafetería de siempre, a la misma hora en que solíamos vernos. Cinco minutos me bastaron para saber que se había vuelto irreconocible, prepotente y perfeccionista, ambiciosa, interesada. 
                                No quise llorar ante ella, así que al poco rato y pretextando una excusa, me levanté y me fui.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.