El capitán.

                               Fue una sorpresa entrar en el barco y que él me recibiera, el corazón empezó a latir con tal fuerza que pensé que se iba a dar cuenta.  Pero lo único que hizo, fue hablarme con la misma educación que al resto de los pasajeros, sé que me reconoció porque un leve color rosado tiñó sus mejillas, cuestión de segundos, al instante recobró la calma que tiene que tener un capitán de barco.

                         El crucero duraba casi quince días, me supuse que ya teníamos tiempo para vernos. Yo no iba sola, me acompañaba mi marido. En cuanto vi a mi antiguo amor, mis buenas intenciones como esposa, se fueron al garete.

                             Mantuve una historia que duró muchos años, un día sin previo aviso, desapareció de mi vida, nunca tuve noticias de él, hasta hoy. Pero la venganza que había estado dormida hace tiempo, salió a flote de inmediato. Investigué entre la tripulación, la chica que me hacía la habitación, habló más de la cuenta y en pocos días, estuve al tanto de muchas cosas sobre el capitán.
                            Supe que estaba casado y tenía tres hijos, que vivía en una pequeña isla del pacífico, que viajaba dos veces al mes y que era buena gente. A esto último añadiría algo, pero me callé por discreción. Con toda la gente que hablé, les confirmé que estaba de acuerdo.
                              Las guardias eran de doce horas, al día siguiente le tocaba, así que me preparé a fondo. El día anterior, sesión de sol en la piscina, siempre me dijo lo guapa que me ponía cuando iba a la playa. Después, pasé por la peluquería y maquillaje, la ropa que me iba a poner fue lo que me llevó menos tiempo, una falda blanca y un suéter de verano del mismo color.  Cuando me vio mi marido, intentó llevarme a la cama, pero con una excusa trivial, me pude zafar de él.                           .