Una fecha para celebrar.

                     De color amarillo, fue el ramo de flores que llegó aquella mañana a mi casa. No traía ningún tipo de mensaje, pero sentí que me temblaba el alma cuando lo cogí. Sabía quien lo había mandado, todos los años, el mismo día, un precioso ramo de rosas de mi color favorito, tocaba a mi puerta. Pensé que hoy iba a ser diferente, no tenía porque saber mi nueva dirección, pero estaba claro, que para él, averiguar cualquier cosa, era algo de lo más sencillo.

                            Fue mi amante durante siete largos años y desde el día en que nos separamos, no dejó de enviarme las flores. Cada año, en esa fecha, me levantaba ya sintiéndome mal, durante la mañana, esperaba anhelante, los toques tras la puerta se convertían en motivo de discusión con la señora que limpiaba en casa, hoy abro yo la puerta, no se preocupe y así pasaba la mañana esperando el ansiado regalo, deseando que no llegase, pero a la vez, deseando lo contrario.
                           Semanas más tarde, me encontré con una amiga a la que hacía casi diez años que no veía, nos tomamos un café y hablamos cosas del pasado, ella sabía de mi antigua relación, por un momento se mostró apesadumbrada y me dijo lo mucho que sintió su muerte. Creí que me caía de la silla, me aseguró que era cierto, había fallecido hacía siete años.
                                     Llegué a casa, mi marido ya estaba allí. Lo miré a los ojos, las lágrimas se desbordaban por los míos, él sólo me abrazo, musitó en mi oído, es una fecha para celebrar, ¿no crees?.