
Como hacíamos siempre, esperamos la llegada de la noche, no podíamos hacer nada con la luz solar, pues nuestra actividad decaía, entonces, nos dedicábamos a meditar y fortalecer el espíritu y en cuanto empezaba a oscurecer, trabajábamos.
Cuando empezó a aparecer la oscuridad en la tierra, las nubes se tornaron de color azul y la luna se erigió en dueña y señora del universo, los que estábamos adormilados y meditando, comenzamos a despertar y a cargarnos de energía. Éramos de otra forma y otro mundo. Intentábamos que este y el nuestro, pudieran ser algo común. Luchábamos y valorábamos que ambos, al mirarnos, tuviéramos un proyecto y un propósito de vida, que el entendimiento y la unión fueran nuestros compañeros de camino, no la soledad y el aislamiento.
Cuando empezó a aparecer la oscuridad en la tierra, las nubes se tornaron de color azul y la luna se erigió en dueña y señora del universo, los que estábamos adormilados y meditando, comenzamos a despertar y a cargarnos de energía. Éramos de otra forma y otro mundo. Intentábamos que este y el nuestro, pudieran ser algo común. Luchábamos y valorábamos que ambos, al mirarnos, tuviéramos un proyecto y un propósito de vida, que el entendimiento y la unión fueran nuestros compañeros de camino, no la soledad y el aislamiento.
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