martes, 4 de enero de 2011

UNA MUJER PERFECCIONISTA

                   Dura e inflexible, perfeccionista, madre de tres hijos y con un trabajo que le ocupaba veinticuatro horas. Ganaba un sueldo más alto que la mayoría, lo que le permitía llevar un nivel de vida también superior. Al ser separada, llevaba las riendas de su casa, como si fuera un cuartel militar. Existía amor en el, cierto, pero se notaba una cierta carencia de falta de sentirse como en casa, falta de comodidad, de normalidad ¿quizá ?, la impresión que daba es que todo el que pasaba por allí, tenía que estar pendiente de actuar de manera de que a ella le pareciera bien. La vida era una obra de teatro, ella la actriz principal.
                   Decidió educar a sus hijos para los estudios y el deporte, en casa, los chicos, a pesar de ser adolescentes, no sabían ni querían, hacer nada, pues tenían una persona que se encargaba de las tareas domésticas. Pero no eran buenos estudiantes, ni a pesar de los sucesivos castigos de mamá. Y, mamá, se sentaba con ellos todos los días, hablaba, les hacía entender, como en todas las casas del mundo,  ellos, como en todas las casas del mundo, al ser jóvenes que tenían el mundo para ellos, les costaba, era lo típico. En fin, nada nuevo.
                    Ella, hacía un año que acababa de terminar una relación de mucho tiempo. Pensó que había encontrado al hombre de su vida, pero por motivos equis, aquel hombre, la dejó, simplemente, desapareció de su vida después de darle una explicación que no la satisfizo. Todos queremos ser mejores, pero no podemos soportar a nuestro lado a la perfección personificada, es imposible encontrar el modelo, el arquetipo, lo inimitable. Vivir con una persona que busca eso las veinticuatro horas del día, quizá creyendo que lo es, supone un autentico sufrimiento para el otro, que termina sintiéndose rebajado y defectuoso.
                     


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