Ni siquiera tuve un minuto de tranquilidad para poder disfrutar de los días que tenía de vacaciones. Los esperaba con impaciencia, necesitaba un tiempo para mi sola, para pensar y poder poner en orden mis pensamientos. Pero ni eso conseguí. Mi familia me reclamaba. Es lo peor que te puede pasar, ser médico y tener una familia. Creen que por el simple hecho de serlo, debes solucionarles todos los problemas, como si no existieran los centros de salud, los médicos de cabecera y los hospitales. Pues no, acuden todos a ti mediante llamadas telefónicas y pobre que se te ocurra negarte, te hunden en la miseria.
Esto que cuento arriba, ocurrió el año pasado, pero este, ya tengo el pasaje comprado, me voy a un sitio lejano y que no se van a enterar hasta que llegue y los llame, no me dejaré coger la camella como me pasó el año anterior. Así que mis vacaciones, van a ser divertidas y calentitas al máximo.
Una semana estuve yo sola, tranquila y relajada, al cabo, los vi llegar, creí que me daba algo, llegué a pensar que estaba viendo visiones, pero no, eran ellos. Mi sobrina Laura, me había registrado el bolso y había descubierto el pasaje. Decidieron venirse todos conmigo. Horror. En fin, como los quiero tanto, los perdoné y al final disfrutamos juntos de unas fantásticas vacaciones.
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