sábado, 1 de enero de 2011

LA FOTÓGRAFA

                         Era un atardecer tan hermoso, que instintivamente, saqué la cámara, abrí el objetivo al máximo y empecé a sacar fotos. Una tras otra, el fantástico sonido, me motivaba a seguir en ello, pues era algo que quien no lo haya "padecido"no sabe a lo que me estoy refiriendo. Me volví a la derecha y a la izquierda, intentando conseguir las mejores imágenes, el sol se ocultaba velozmente, al poco de haber disparado unas cuantas fotos, ya el paisaje había cambiado, vuelta a empezar. La felicidad me embargaba, pues era tal la intensidad de lo que sentía por la fotografía, que el hecho de tener una cámara en la mano, ya hacía que me sintiera la mujer mas feliz del mundo. 
                        Media hora mas tarde, decidí marcharme a casa, pues el sol ya no existía, el oscuro del atardecer se echaba encima de quien se quedara para verlo y ese no era mi caso. Hacía frío, no llevaba sino una camiseta, ya que salí por la mañana temprano, no supuse que iba a estar todo el día fuera de casa. Tenía conmigo un material de primera mano, me sentía feliz por ello. Una vez más, no necesitaba, para sentirme bien, sino mi cámara y algo hermoso para fotografiar.                      

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