lunes, 17 de enero de 2011

LAS HADAS Y MARÍA.


              Siempre estaba pensando en lo mismo, soñaba día y noche y el tema era siempre el mismo, las hadas. Desesperaba a profesores y a sus propios padres, todos decían que no era normal que una chica con ya casi veinte años estuviera el día entero dedicándolo a fantasías de ese tipo. Pero a ella le daba igual, esa era su afición y a ella se dedicaba en cuerpo y alma. 
                     En su cuarto, hadas en posters, colgadas del techo y en la pared, las había en todos los sitios inimaginables. Vivía con sus padres y dos hermanas en una bonita casa, en los alrededores, bosque y playa.
                     Era una chica feliz. Acudía a un colegio de la localidad cercana en donde terminaba estudios secundarios. 
                        El día que cumplió los veinte años, se celebró una gran fiesta en su casa, todas sus amigas acudieron, lo pasaron realmente bien. Llegada la noche,  se retiraron a descansar.
                          Cuando ya llevaba un par de horas durmiendo, las cortinas de su ventana se movieron por el viento, la  despertó una luz celeste y un sonido de campanillas, se levantó de la cama y   dirigiéndose a la ventana, asomó la cabeza. La sorpresa y divertimento por su parte fue intensa, porque una especie de pasadizo que llevaba a no se donde salía desde la ventana hasta el infinito. La atraían los fantásticos colores entre celestes y luminosos- plateados. 
                              En la lejanía se observaban a las guardianas de aquella extraña escalera, las hadas. Las había con alas de todos los colores, desde azules y rojos, hasta amarillos y verdes. Los ropajes de sedas transparentes eran casi todos en tonos malvas o pastel. Unas se mecían en columpios sujetos a la nada con guirnaldas de flores, otras en medias lunas de un brillante amarillo.
                               María puso sin miedo un pie en el extremo del paseo, se sentía segura por donde iba y quería llegar al final.
                         Algunas hadas cantaban y bailaban entre ellas y también María quería hacerlo. Al poco, unas se acercaron y la envolvieron con sus suaves mano, la empujaron, corriendo deprisa y cuando se dio cuenta estaba en medio de la playa.
                        Rodeada de un coro de hadas y ella vestida de igual manera.
                      Entre cánticos y risas la movían de un lado a otro haciéndola bailar como una más,  y más y más....Sintió que el vivir aquel momento era lo mejor que le había pasado, riéndose a carcajadas escuchó una voz...

                                 —María,— le dijo su madre, —es hora de ir al colegio.
                                                

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