domingo, 2 de enero de 2011

LA MÁSCARA BRUJA

                  Nos sentamos tranquilamente en un banco de una plaza que encontramos en el camino, habíamos pasado la mañana de compras, cansadas, sudorosas como tenía que ser, pues a pesar de ser Otoño, un sol comprometido se había abalanzado desde temprano sobre todo el que saliera a la calle. Descansamos durante un rato, nos quedaban varias cosas por hacer y nos pusimos en marcha nuevamente. Reiniciamos la conversación mientras caminábamos hacia la tienda, queríamos comprar una antiguedad para una amiga, en un lugar cercano. Entramos en la tienda, que parecía de esas de alquimistas o brujos, porque se veía por todos sitios desde retortas y yerbas hasta máscaras, envases con diferentes brebajes, pulseras y collares mágicos o estanterías que llegaban al techo, en donde en pequeños departamentos, se suponía que se encontraban pastillas y jarabes. Nos atendió una amable y dicharachera señora, que nos pasó a la trastienda, allí, encontramos un batiburrillo de cuadros, portarretratos, muebles, lámparas y objetos de todo tipo, antiguos y menos antiguos.
                       Nos costó un buen rato decidirnos, al final, optamos por una preciosa máscara africana. Era de colores claros y hecha de arcilla. 
                        Se la regalamos en su cumpleaños, se quedó encantada, la colgó en la pared del salón sobre la marcha. Pero dos días mas tarde nos llamó. En su casa, hacía dos días pasaban cosas muy extrañas, ruidos nocturnos, golpes, cacofonías, estaba aterrorizada, quería que devolviéramos la máscara. Lo hicimos, al llegar a la tienda, la señora, sólo nos miró y... nos sonrío. 

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