domingo, 2 de enero de 2011

COMPARTÍ MI SOLEDAD

                          La mañana tenía un silencio digno de escuchar, o de no escuchar, porque realmente, no se oía nada. Salí al jardín lentamente, como esperando que sucediera cualquier cosa, no se escuchaba ni siquiera el piar de los pajarillos, que a esas horas estaban en pleno apogeo. Paseé con lentitud y cuando me oyeron, empezaron su canto mañanero, como esperando mi visita diaria. Vivía sola, esa había sido mi decisión hacía ya mucho tiempo. Yo no era muy mayor, pero me agradaba poder elegir en que momento quería estar acompañada y en cual, no. Mi familia puso el grito en el cielo en aquel entonces, pero como yo tenía mis cosas claras, no hubo nadie que me hiciera titubear.
                           Me sentía una persona bastante altruista y como tal, colaboraba con varias asociaciones, en casa tenía una habitación para mis amigos, si alguno se hallaba en situación comprometida, sabía que podía ocupar una cama en mi casa unos días. 
                                   Era difícil para mi con mi forma de ser, encontrar una persona con la que compartir mi vida, pues no todo el mundo me entendía. Hasta que conocí a Darío. Con él fue todo tan sencillo como que cada uno pudo compartir su propio espacio y yo... compartí mi soledad.


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